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Varun Maheshwari

El tiempo que pasé en Colombia con Project Béisbol fue maravilloso. Durante un año, viajé a más de 20 pueblos/ciudades diferentes de Colombia, visitando más partes del país que la mayoría de la población local en toda su vida, mientras donaba equipos y difundía amor y oportunidades a través del béisbol. Desde Apartadó, en el bello estado de Antioquia, hasta la capital, Bogotá, y Santa Marta, en la costa, me llegaron al corazón los cientos de niños que luchan a diario contra la falta de movilidad social, los problemas de escolarización, la pobreza general y la sensación general de "estar estancados". Como seguidor, aficionado y "jugador" de béisbol de toda la vida, este año cambió para mí el significado global del "deporte" y de la "unidad por el deporte". Cientos de niños me mostraron su hambre de jugar sólo un par de horas, aprender sólo unos pocos mecanismos y agarres de lanzamiento nuevos, reír, montar a caballo y olvidar su realidad mientras entraban en una nueva, vacía de preocupaciones y luchas. Aprendí a interactuar con jóvenes jugadores de béisbol tanto a nivel humano como cultural, aportando lecciones sobre historia y migración a través de los cursos de Estudios Hispánicos de mi universidad y aplicándolas a cuestiones de la vida real que tratamos, como la crisis de los migrantes venezolanos y cuestiones de inmigración. Este año fue algo más que un año sabático, ya que me abrió los ojos a nuevas experiencias fuera del aula o del entorno laboral, y me mostró lo que es ayudar de verdad a personas que no pueden ayudarse a sí mismas en sus situaciones actuales. Mezclar todo eso con un amor compartido por los jonrones, los strikeouts, los deslizamientos y los bocadillos después de un largo día bajo el sol; ¡no puede haber un año mejor que ese! Mi tiempo en Colombia con Project Béisbol fue nada menos que maravilloso. Durante un año, viajé a más de 20 pueblos/ciudades diferentes en Colombia, visitando más partes del país que la mayoría de la gente local en toda su vida, mientras donaba equipos y difundía amor y oportunidades a través del béisbol. Desde Apartadó, en el bello estado de Antioquia, hasta la capital, Bogotá, y Santa Marta, en la costa, me llegaron al corazón los cientos de niños que luchan a diario contra la falta de movilidad social, los problemas de escolarización, la pobreza general y la sensación general de "estar estancados". Como seguidor, aficionado y "jugador" de béisbol de toda la vida, este año cambió para mí el significado global del "deporte" y de la "unidad por el deporte". Cientos de niños me mostraron su hambre de jugar sólo un par de horas, aprender sólo unos pocos mecanismos y agarres de lanzamiento nuevos, reír, montar a caballo y olvidar su realidad mientras entraban en una nueva, vacía de preocupaciones y luchas. Aprendí a interactuar con jóvenes jugadores de béisbol tanto a nivel humano como cultural, aportando lecciones sobre historia y migración a través de los cursos de Estudios Hispánicos de mi universidad y aplicándolas a cuestiones de la vida real que tratamos, como la crisis de los migrantes venezolanos y cuestiones de inmigración. Este año fue algo más que un año sabático, ya que me abrió los ojos a nuevas experiencias fuera del aula o del entorno laboral, y me mostró lo que es ayudar de verdad a personas que no pueden ayudarse a sí mismas en sus situaciones actuales. Todo esto, unido a un amor compartido por los home runs, los strikeouts, los deslizamientos y los tentempiés después de un largo día al sol, ¡no puede haber un año mejor!